miércoles, 23 de julio de 2014

HUMANISMO Y MASONERÍA


Francisco Espinar Lafuente 33º

La Masonería, en principio, aparece como una institución filantrópica, aconfesional, que proclama la libertad, la igualdad y la fraternidad, que toma sus símbolos de la arquitectura y que cree en el Gran Arquitecto del Universo. Pero es también algo más, como veremos enseguida.

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Su unidad de base es la logia, cuyos miembros son de tres grados: aprendiz, compañero y maestro. Las logias trabajan con un orden, o Rito, que pueden elegir entre los varios que se practican. Los principales son el Inglés, el Escocés (Antiguo y Aceptado) y el Francés. Éste último, que es el del Gran Oriente de Francia, se considera irregular, por no ser necesaria en él la creencia en el Gran Arquitecto del Universo.

Algunos Ritos tienen grados superiores al 3° (en el Escocés llegan hasta el 33°) cuyas unidades se llaman, sobre todo, Capítulos o Consejos. Los conjuntos de logias se llaman Grandes Logias (o Grandes Orientes), que, con los Capítulos, Supremos Consejos etc. se pueden denominar “Cuerpos” masónicos.

Las Grandes Logias y sus paralelos Supremos Consejos (del grado 33° del Rito Escocés) son exclusivos en cada Estado, e independientes entre sí. Pero se reúnen en Asambleas (de cada Rama) incluso a nivel mundial, cada cuatro o cinco años, con el fin de contrastar los puntos de vista de sus componentes.

Como se ve por estas indicaciones, la Masonería es una realidad muy compleja, que, a quienes son externos a ella, les puede parecer bastante confusa. Trataré en lo sucesivo de aclarar, pero, al mismo tiempo, de profundizar en el tema.

La Masonería, como se sabe, no tiene dogmas, ni una filosofía oficial, ni, mucho menos aún, una teología. Lo que tiene son “formas expresivas” que se desprenden de sus Rituales, las cuales son, en principio, de carácter simbólico.

Estas formas provienen de unas fuentes de distinto origen. Unas son antiguas (como la Biblia, el hermetismo, el gnosticismo, también el estoicismo), otras de la Edad Media (como los usos del oficio, y cristianos, de los Gremios de constructores, y las leyendas caballerescas) y otras, finalmente, de comienzos de la Modernidad (del Renacimiento y de los siglos XVII y XVIII).

A estas formas hay que atribuirles un “fondo” expresivo, que es lo que sería la filosofía “de” la Masonería. Pero que no tiene ninguna concreción oficial. Ella ha de ser extraída, de esas formas, por una concepción filosófica, por una hermenéutica. Que al poder adoptar diversos enfoques, dan lugar a unas filosofías que no son ya “de”, sino “sobre”, la Masonería.

No obstante, este “fondo” expresivo ha de ser enmarcado dentro de unos limites tradicionales, que se denominan Landmarks (hitos o mojones). A ellos se agregan, como veremos, otros puntos – clave que se insertan en las Constituciones (llamadas de ANDERSON) de 1723, promulgadas por la Gran Logia de Londres (constituída en 1717), cuyo valor proviene de ser ella la primera (o sea, la Gran Logia-Madre) de todas las que existen. Estas Constituciones son, además, el lazo normativo común que une a los Cuerpos masónicos en sus diversos grados y Ritos.

La Masonería no tiene una voz oficial única, como la tiene, la Iglesia, con el Papa y con los Concilios. Los Cuerpos masónicos, en sus Asambleas; Revistas, emisiones de radio, y otras Declaraciones eventuales, pueden expresar puntos de vista que, en parte, fueran divergentes. Esto puede dar la impresión de que existen diversas Masonerías. Pero en ellas hay un hilo común que permite afirmar que la Masonería, en su fondo, no es más que una.

Por otro lado se publican también libros doctrinales y filosóficos que, sin llevar un marchamo oficial, recaen “sobre” la Masonería, y que ayudan para poder comprenderla.

Lo que voy a formular aquí va a ser extraído de mis propios puntos de vista sobre esta materia, los cuales se apoyan en las fuentes que he mencionado

Se ha dicho que la Masonería posee un origen inmemorial, que estaría en los Vedas hindúes (GUÉNON) o bien en el Génesis (ANDERSON) y que habría tenido una historia subterránea.

Pero lo que está comprobado es que en el Mundo antiguo, y también en la Edad Media, hubo diversas corrientes y grupos llamados “esotéricos”, así como gremios de constructores (desde los collegia romanos), que, en algunos de sus aspectos, podrían ser vistos como antecedentes de la Orden.

La distinción entre “esotérico” y “exotérico” puede tomarse en su sentido etimológico, según que las doctrinas se mantengan en secreto, o que se publiquen. En un sentido amplio, la filosofía oficial llama “esotéricas” a las doctrinas que no pueden reducirse a la razón crítica, como las del ocultismo, la magia, el animismo y otras similares. Por eso hay doctrinas publicadas que, sin embargo, se califican de esotéricas, como las del Corpus de HERMES (Cf. MENARD, op. en bibl.).

Tales antecedentes han dejado sus huellas en la Masonería. Pero ésta, si se prescinde de opiniones poco fundadas, hay que decir que surgió a principios del siglo XVIII (en la fecha clave del 1717) del injerto de una Masonería llamada “especulativa”, en la anterior Masonería “operativa”, al que siguió después, hacia 1740, un segundo injerto, el de una Masonería “escocesa” (llamada así, aunque se había desenvuelto en Francia) sobre la anterior Masonería “inglesa”. Esto dio lugar a algunas fricciones entre los Cuerpos, que al final quedaron superadas. (Sobre este concepto de “injerto”, recuérdese que PABLO, en Rom. 11 – 17 a 24, dice que el Cristianismo ha sido un injerto sobre el Judaísmo).

Lo que surgió en las fechas de 1717 – 1723, Y que después se matizó en las de 1738 y 1813 (cuando se unieron las Grandes Logias de Londres y de York para formar la Gran Logia Unida de Inglaterra) no fue una mera continuación de la Masonería operativa (la de los gremios de constructores) sino que fue algo realmente nuevo, porque entonces fue cuando se introdujo el tercer Grado, el de Maestro, así como el universalismo religioso, y la noción del Gran Arquitecto, todos ellos elementos no accidentales, sino esenciales, en la Masonería.

La Masonería se suele definir, sobre todo en el Rito Inglés, como “un sistema particular de moral, ocultado con alegorías, e ilustrado por símbolos”. Pero esto parece insuficiente, porque la Masonería es algo más que un sistema de ética.

El profesor DI BERNARDO, que está también en la línea del Rito Inglés, la define como: “una concepción del hombre que requiere la búsqueda de finalidades éticas orientadas por la transcendencia, según modalidades iniciáticas” (op. en bibl. p. 4). Pero la concepción del hombre no es tampoco la única dimensión que le corresponde.

En el Rito Escocés se la considera como “una Orden iniciática tradicional”. Y desde el Rito Francés, aunque en él no se afirma la  existencia de Dios, se piensa que la Masonería es “la religión del mañana”. (MOURGUES, op. en bibl. p.173).

La Masonería es, desde luego, una “Orden”, esto es, un grupo de los que los sociólogos (GURVITCH) llaman “comunión”, porque crea un vínculo de especial intensidad entre sus miembros. Esa Orden es “iniciática”, como vamos a ver. Y es una Orden “simbolista”, porque en sus formas expresivas se tiene un “desplazamiento” de sentido, que les permite adaptarse a los distintos planos y circunstancias.

Los símbolos se articulan en “ritos”, en actuaciones ordenadas, que tratan de elevamos hacia “el Misterio”. La meta que se persigue es una marcha (o, lo que es igual, una “búsqueda”) hacia la Armonía y, finalmente, la Unión. y ello en tres direcciones: hacia el Uno- Mismo, hacia lo Transcendente, y hacia los Otros – Mismos (que forman el ámbito de la fraternidad, la sociedad y la historia). La primera en el “eje interior” (conócete a ti mismo). La segunda en el “eje vertical” (cuyo símbolo es el compás). La tercera en el “eje horizontal” (que se simboliza por la escuadra).

Todas estas características se hallan reflejadas, de algún modo, en las Constituciones llamadas de ANDERSON, que nunca han sido derogadas. En ellas se dice que: “el amor fraternal es el cimiento de esta Antigua Fraternidad” (Deber VI, 6), 10 que es propio de toda comunión u Orden. El ingreso en ella constituye una “iniciación” (Reglam. IV a VII). Los ritos y los símbolos se tomaron, en parte, de los antiguos Gremios de constructores, pero también se adoptaron otros nuevos. La meta de esta Orden es la de ser “el Centro de la Unión”. (Deber I).

Los masones son, en tanto que masones, “de la religión universal” (Deber VI, 2), porque aunque la Gran Logia inglesa matizó esta fórmula en 1813, al declarar, en esa fecha, que sustituía el “deísmo” por el “teísmo”, sin embargo, ese texto de 1723 continúa en vigor, sobre todo en el resto del mundo. Y, finalmente, se dice que los masones son también “de todas las naciones, lenguas, linajes y modos de expresión”, por tanto, de todas las culturas. Lo que supone que la Unión se extiende también a la sociedad, aunque sólo en el plano moral, porque “estamos” – se agrega - “contra toda política”.

Los autores (por ej. LEPAGE) distinguen entre “la Orden” (que es única y universal) y las llamadas “Obediencias”, o sea, los distintos Cuerpos masónicos, que son plurales, por pertenecer a diversos Ritos, Estados y épocas, en las cuales nacen, se transforman o se extinguen.

Ya me referí antes a los Landmarks (hitos o mojones), que, según unas costumbres no escritas, serían una fuente obligatoria. Algunas Grandes Logias, y autores como MACKEY y otros, han tratado de recogerlos por escrito, pero sin que haya una versión oficial unívoca. Las Constituciones de 1723 son, pues, la única fuente unitaria. (Cf.  DI BERNARDO, op. in bibl. p. 68 ss.).

La mayoría de los puntos que se recogen en esos Landmarks son límites formales, de tipo organizativo. Pero son los “límites de fondo” los que importan a la Filosofía.

El símbolo, dicho brevemente, es el signo (icono, verbo, acción, idea) que apunta a un cierto correlato, mediante un “desplazamiento” del sentido normal de aquél. Los hechos míticos (o numínicos) desplazan su propia existencia, a las de otros psíquicos (o sociales) que sirven para explicar a aquéllos. Éstos son unos símbolos “históricos” (por ej. el del Apóstol Santiago).

Hay que distinguir entre los “signos-clave” (los de tráfico, los musicales, la mayoría de los lógicos y matemáticos) y los símbolos en sentido propio, que son los que se refieren a un contenido indefinible, como los de la transcendencia, la psique o el arte.

Los símbolos se dan en las religiones, bien de un modo impropio (el “Símbolo” de la Fe), bien en sus relatos creenciales, aunque suelen negar que los hechos y figuraciones que se incluyen en éstos tengan un carácter simbólico. Por eso los interpretan como literales. Los sacramentos, por ej. obrarían ex opere operato. Como dice TOMÁS de Aquino, ellos sirven para “producir” lo que significan.

El lenguaje se ha ido formando mediante unos continuos desplazamientos de sentido. La “expresión” tiene, en el arte, una forma más o menos simbólica. Se entiende, incluso, que el hombre es un “animal simbólico” (CASSIRER).

Las ideas de “rito” (con sus “misterios” y “secretos”), la de “iniciación” y la de “símbolo”, están entrelazadas entre sí. Y ellas se pueden abordar desde un esoterismo que yo llamaría “productivo”, o bien desde otro meramente “inductivo”. Pero de una inducción psíquica, no física.

El primero toma esas formas en su inmediatez real o tradicional, o, si se trata de un texto, en su literalidad. El segundo las trata como unas formas indirectas, que han de ser comprendidas por medio de una “reducción” simbólica (como en JUNG, Paul DIEL etc.). Esto es posible en Masonería porque, según se reconoce en ella, el símbolo permite diversas interpretaciones De este modo se le puede acercar a la razón crítica.

Los límites de fondo de la Masonería son tocados por MACKEY en los puntos 19, 20, 21 22 y 23 de su Lista de Landmarks. Ellos se refieren al Gran Arquitecto del Universo, a la “resurrección a una vida futura”, al “Libro de la Ley”, a “la igualdad de todos los masones”, y al “secreto de la institución”. (Cf. en COX LEARCHE, op. in bibl, p. 179).

Por su parte DI BERNARDO cree que los “conceptos fundamentales” de la Masonería son los de “libertad, tolerancia, fraternidad, transcendencia y secreto”. Los cuatro primeros los califica de “profanos”. Sólo el quinto, el “secreto”, sería iniciático. (Op. cit. p. 21).

Pero esa fórmula quíntuple quedaría mejor con la siguiente serie: “Unión en Libertad” “Tolerancia” “Fraternidad” “Transcendencia” e “Intuición iniciática”.

Ya vimos que la meta de la Orden consistía en la marcha hacia la Unión. La libertad es el sustento de esa marcha. Una libertad que fuere para “todo”, para “cualquier cosa”, no tendría ningún valor ético. Y si fuere para la desunión, sería perniciosa.

En cuanto a la “Tolerancia” no es algo pasivo, ha de ser una tolerancia activa, la de luchar contra todos los integrismos y absolutismos, ya vinieran de un lugar, o de otro.

La “Fraternidad” supone una “igualdad” en la dignidad, que es compatible con la diversidad de funciones. Porque los “hermanos – tipo” tendrían que ser libres, iguales y solidarios.

La “Transcendencia” se fija, en primer lugar, en el punto del “Gran Arquitecto del Universo”. Aquí se trata de una creencia. La de que existe un Misterio, un Gran Misterio (ya le llamemos Dios, o Ser Supremo, o Brahma, o Nirvana, o Tao) que está más allá de lo que yo he llamado, en otros lugares, los “límites del entorno”. Y que en su fondo final sería lo Absoluto.

La expresión “Gran Arquitecto” supone una sinécdoque (la de “tomar una parte por el todo”), puesto que el Misterio es algo más que una arquitectura. Esta noción la introdujo ANDERSON en 1723, inspirado por las concepciones de NEWTON. (Cf LIGOU, op. in bibl. p. 47 ss.). Además concordaba bien con el arte de la Masonería operativa.

Pero como su contenido es indefinible, esta sinécdoque viene a tener la función de símbolo. La “reducción” consistiría aquí en su traducción por la filosofía. Es lo que yo he intentado hacer, desde mi personal punto de vista, en mis libros de 1995 y 2003. (Ops. in bib1.).

Las Grandes Logias anglo-sajonas han tendido a restringir la noción del Gran Arquitecto a la de un “Dios personal”, con una “voluntad revelada”. Pero desean, a la vez, que la Masonería se extienda por el Oriente, lo que resulta contradictorio. Porque el Oriente es místico y panteísta. En la India y en logias auspiciadas por los ingleses, se inicia también a los hindúes. (El primero fue iniciado en 1871).

La contradicción es patente en una carta que la Gran Logia de Inglaterra dirigió, en 18 Octubre 1950, a la Gran Logia del Uruguay, en la que exige que el adepto crea en el Dios “de una religión monoteísta” (sic), aunque en esa misma carta se reconoce que los budistas pueden ser aceptados como masones. Y es sabido que los budistas no creen en un Dios, sino en el Nirvana. (Cf. FERRER BENIMELLI op. in bibl. p. 70).

El segundo punto es el de la creencia en “la vida futura”. Así como el Gran Arquitecto  transciende al mundo (sea por teísmo o por panenteísmo), en otra línea,  es el ser humano individual el que “transciende” a la inmanencia (esto es, a lo finito). Y esto es lo que supone “la vida futura”. (Hay un tercer transcender,  el de “la conciencia” si es que puede conocer lo real exterior, como se afirma en el realismo).

El quinto límite de fondo es el de la “Intuición iniciática”. La Masonería es una Orden que encamina a sus miembros hacia la Unión con el apoyo de un fondo iniciático. Por eso no se la puede confundir con una Universidad ni con un Club de favores mutuos, ni con un partido político.

En contra de lo que le achaca la Iglesia (en el conocido texto de L ‘Osservatore Romano de 23 Febrero 1985, inspirado por la Congregación para la Fe, dirigida por el cardenal Ratzinger; cf. DI BERNARDO, op.cit. p.197), en contra de dicho texto, hay que afirmar que la Masonería no es tampoco una “religión”.

Porque una religión constituye una “incisión particular” de lo Divino en la historia. Y en la Masonería no existe una revelación, ni siquiera una iluminación, que pueda caracterizarla. Por eso en ella se admite a los miembros de cualquiera de las Religiones, siempre que ellos puedan aceptar sus límites esenciales.

Es un hecho conocido la distinción entre lo “sacro” y lo “profano”, que trataron autores como Mircea ELIADE y, sobre todo,  Rudolf OTTO, en un libro (de 1917 – 1925, op. in bibl.) que fue alabado por ORTEGA. Entre nosotros el que fue jefe del Gobierno republicano en el exilio, Fernando VALERA, y al que yo conocí en París, escribió un texto sobre La religiosidad en la Masonería. Una religiosidad que, sin embargo, no constituye una religión, por el motivo que se ha expuesto.

Una logia es, a la vez, un templo (en su eje vertical) y un taller (en el horizontal). Un templo es un lugar de “resonancia” espiritual, en el que, con una sintonía paralela, se puede tener la “vivencia” de una presencia “cualificada” del Misterio. O, como dijo TIERNO, una “presencia de lo inefable” (op.cit. en bibl. p. 24 y 36). Y esto es lo que constituye la intuición “rituálica”, o, como se suele decir, “iniciática”.

El “rito” es el conjunto de formas expresivas (ornamentos, palabras, actos, y, en su caso, música) que tienen la función de inducir esa intuición de lo transcendente.

La “iniciación”, (que se reitera en grados sucesivos), es, como su mismo nombre lo indica, la “puesta en camino” para esa inducción, en los distintos jalones de la misma. Los grados (que en el Rito Escocés llegan hasta el 33°) no forman un sistema de ideas, sino que, a partir del grado 4°, sirven como una apoyatura para volver, de un modo cíclico, a reproducir y afinar la vivencia de fondo.

El iniciado (o exaltado) tiene que ir buscando su propio atajo personal, dentro de su libertad de conciencia, pero contando con el apoyo del Cuerpo en el que participe.
En la Masonería se habla de “misterios” y de “secretos”. Pero ella, en realidad, no tiene más que uno, que es el de la intuición rituálica, que se va manteniendo y afinando con los años de actividad, y en especial, con las exaltaciones sucesivas.

En la sociedad exterior, la Masonería es una Asociación “discreta”. Sus Rituales se mantienen reservados para que la iniciación o la exaltación se produzca en condiciones de espontaneidad. Sus reuniones, como ocurre en otros muchos ámbitos, son a puerta cerrada. Sus signos de paso vienen a ser una invitación para entrar, y por eso no se publican. El derecho de todo miembro a que la Orden, sin su autorización, no divulgue su pertenencia, se encuentra en la misma línea que el que establece el Art. 16 – 2 de la Constitución Española.

Los Cuerpos masónicos no son, a la vista de ello, unas sociedades “secretas”, como a veces lo fueron cuando se hallaban perseguidas, sino que constituyen, actualmente, unas Asociaciones legalmente registradas, que se rigen por el Derecho común de las Asociaciones.

Para que la iniciación, o la exaltación, sean válidas, tienen que haberse efectuado en una logia “regular”. La regularidad puede ser “de fondo”, porque la logia trabaje dentro de los límites o Landmarks (también de los de forma, que se consideran esenciales). Junto a ella se tendría una regularidad “de origen”, que se funda en la idea de una “cadena” histórica, que iría transmitiendo un influjo, o conocimiento, o “carisma”.(Como. la Iglesia pretende que ocurre en la sucesión “apostólica”). Esto es lo que distinguiría lo “esotérico”, que es necesariamente colectivo, de lo “místico”, que es individual. (Cf. COX LEARCHE, op. in bib1.).

El esoterismo puede ser “radical” (que es el que antes llamé “productivo”), o bien “moderado” (que sería el “inductivo”). El primero disuena fuertemente de la razón crítica. Y es el propio de los autores del Rito Escocés en el Continente (como WIRTH, PALOU, NAUDON, BOUCHER, BAYARD etc.). El segundo es el que se inspira en lo que he llamado una “reducción” simbólica. Ésta es la línea del Rito Inglés (como en DI BERNARDO y otros) y también la del Rito Escocés en los Estados Unidos (con Albert PIKE, y su actualizador, Rex HUTCHENS).

En el tema del simbolismo, PIKE señala, respecto a la doctrina de los ritos, que éstos “no son sacramentales” (op. in bibl. prefacio), y que, a propósito de ellos, se han vertido muchas leyendas “con aspectos ridículos y títulos rimbombantes” (XX, p. 325 ss.). Y en el libro de HUTCHENS (editado por el Supremo Consejo de Estados Unidos) se dice que: “nosotros no enseñamos la verdad de ninguna de las leyendas que referimos. Ellas no son para nosotros más que parábolas o alegorías.” (Op. in bibl. p. 143).

La versión más aguda del esoterismo radical es la metafísica de René GUÉNON (1886 – 1951), quien, después de haber abandonado la masonería, se hizo musulmán, y murió en El Cairo.

La metafísica de GUÉNON se funda en la filosofía hindú del Vedanta, tal como la expuso SANKARA (788 – 820), y en las ideas de PLATÓN y de otras fuentes de la tradición esotérica. Para ella lo Real (que llama “lo no manifestado”) es un Principio eterno. Las verdades de los Vedas son absolutas. El tiempo es algo ilusorio. No existe distinción entre el bien y el mal. (Cf. GARCÍA BAZÁN, op. in bibl.).

Habría habido una Gran Tradición, que tuvo un “origen no humano”. Lo que equivale a una “revelación” primordial, que habría sido anónima (la de los “videntes” de los Vedas). Esta Tradición se habría venido transmitiendo a través de círculos de “elegidos”. Lo que con ella se transmite es el “Conocimiento”, que consistiría en saber que el Atman, el Yo humano profundo, no es otra cosa que el mismo Brahma. (Tat tvam asi, “tú eres eso”, “tú eres Brahma“, como se dice en las Upanishads) Este conocimiento es lo único que produce la “liberación”. Que es, a su vez, la única meta del hombre.

GUÉNON es, pues, tradicionalista, desde lo metafísico hasta lo político. Entiende que la tradición se conserva en parte en la Masonería, en la Iglesia católica (que era la anterior al Concilio Vaticano II), en el judaísmo (en la Cábala), en el Islam (sobre todo entre los sufies), y en el taoísmo. En cambio censura la desviación del budismo, así como la del protestantismo.

Lo que GUÉNON pretende es sustituir al Occidente por el Oriente, a la ciencia moderna por las “ciencias sagradas” (como la astrología y la alquimia), y al progreso por la idea hindú de los “ciclos”. La historia que conocemos se insertaría en la Kali Yuga, la Edad negra o de decadencia. La sociedad debería regirse, como en la India, por el sistema de las castas. Dice incluso que los sudras y los parias no son iniciables. Un ideario que se asemeja al de los Syllabus de PÍO IX (1864) Y de PÍO X (1907), lo que llamaríamos hoy día un pensamiento “ultra”.

Se podría decir que GUÉNON ha colocado la Masonería “del revés”, como hizo MARX con respecto a HEGEL, pero en un sentido contrario. Con ello, y con el gran atractivo que tienen las Upanishads, ha conseguido confundir a muchos masones, sobre todo en Francia y en Ibero-América. (Cf. la crítica que hace DI BERNARDO a este autor, en op. cit. in bibl. p. 125 a 146).

Es cierto que la Masonería es tradicional, pero no en el sentido metafísico hindú, ni en el político, sino en el sociológico y el simbólico. El primero es el “tradicionalismo”, como el guenoniano. Al segundo habría que llamado “tradicionismo”, para distinguido del primero.

La iniciación no es, pues, la transmisión, en cadena, de una fuerza, o de un conocimiento, que vendría de la revelación de los Vedas. No es, como pretende GUÉNON: “la actualización, en el ser humano … del avatara eterno”. (GARCÍA BAZÁN, op. cit. p. 132).

Habría que ver, en la iniciación, o exaltación, un acto de “adhesión – admisión” (en los diversos niveles) a una logia o cuerpo, para incorporarse a la marcha hacia la Unión (en su triple eje: el interior, el vertical y el horizontal) en que consiste la Masonería. Ese acto es el comienzo de un proceso espiritual, que ha de ir afianzándose y avanzando por medio de la intuición iniciática.

La idea de “cadena”, o sea, que la logia sea regular, supone que ha de existir una conexión entre las logias y sus miembros, así como de las logias entre sí. Con ella se han de reconocer, unos y otros, como soportes genuinos de la Unión. Porque, dada la naturaleza propia de ésta, dichos soportes han de seguir una línea unitaria en el espacio y en el tiempo.

Pero, como resulta obvio, esa cadena se habrá tenido que romper bastantes veces, desde la prehistoria hasta acá, a lo largo de los siglos. Pues de acuerdo con el método histórico (que GUÉNON, por supuesto, discute) no se podría dar como real una trayectoria que fuese únicamente subterránea.

En España la figura, muy interesante, de Mario ROSO DE LUNA (1872 – 1931), representa un esoterismo de tendencia radical, aunque él tratara de acercar la ciencia, incluso la matemática, a la teosofía, como miembro que fue de la Sociedad Teosófica (Sobre este autor, cf J.L. ABELLÁN, op. in bibl. V – 1, p. 436 ss. y Esteban CORTIJO, op. in bib1.).

Los símbolos son el modo de atraer la intuición iniciática, y, a través de ésta, de impulsar una “superación” en nuestro modo de ser, y de hacer. Los símbolos pueden ser también no-masónicos. Unos y otros pueden servir, en el arte, para la captación de la belleza (Cf. CIRLOT, op. in bibl.).

Los símbolos adoptados por la Masonería se pueden clasificar en las siguientes “familias” de símbolos:

I – La de la Luz. - En la iniciación se hace acceder al iniciado a la luz masónica. Los masones han sido llamados “Los Hijos de la Luz”. El iluminismo esotérico (por ej. en el Evangelio de SAN JUAN) es distinto al de la Ilustración o “época de las luces”, que era racionalista. (Sobre el tema en la filosofía, cf a FERRATER MORA, op. in bibl. ID, p. 2053).

II – La del Templo de Salomón, que viene de la Biblia. Se trata aquí de la idea de un “constructivismo” universal, que enlaza con el oficio de los masones operativos. La construcción se haría en los tres ejes antes mencionados. En el interior, mediante la “edificación” (oikodumé) de uno mismo, y su conversión (metanoia) en un “hombre nuevo”. (Esta idea se recoge por ORTEGA, en bibl. Obras, V, de 1933 – 1941, En torno a Galileo, p. 116, Y en Ensimismamiento y alteración, de 1939, p. 289 Y ss.). En el eje vertical, mediante nuestra cooperación con el Gran Arquitecto. Y en el horizontal, con la construcción de una “Nueva Tierra” ( cf. en el Apocalipsis).

III – La de la Geometría, y su paralelo la “numerología”, que provienen de Grecia (PITÁGORAS), con su eje en el “ternario”. (Cf. en la filosofía a GÓMEZ PIN, op. in bibl.).

IV- La de los útiles de construir, que viene de la Masonería operativa. Los principales de ellos, como se sabe, son el compás, la escuadra, el nivel, la plomada, la regla etc. (Cf. BOUCHER, op. in bib1.).

V – La de la excelencia, que se toma de la nobleza del Medioevo, pero que se exige, al margen de ella, por la condición ética del hombre. Los títulos de “Caballeros”, “Perfectos”, “Excelentes”, “Soberanos” etc. que se emplean, sobre todo, en el Rito Escocés, tienen tan sólo un valor de “tipo ideal” (WEBER) según la concepción del Antiguo Régimen (o, en el siglo XIX, de NIETZSCHE). La excelencia, dentro de nuestro mundo finito, no puede ser más que relativa. Tiene, además, que justificarse con el cumplimiento del “deber” (como se recalca en el grado 4° del Rito Escocés A. A.).

VI – La de la mediación última del Cosmos, que representa el valor de lo inmanente, como huella, y como camino, hacia lo transcendente. La logia, con sus símbolos del Sol, la Luna etc. nos muestra una figuración alegórica del Universo.

VII – La de la Armonía, que viene también de PITÁGORAS, y del estoicismo. La Unión y la Armonía constituyen la meta final a la que aspiramos. Ella se manifiesta en “el amor fraternal”, en la tolerancia, y en el sentido grupal de la existencia.
Se dice que la mujer ha sido excluida de la Masonería. En efecto en la Masonería regular se aplica un límite, el del Deber III de las Constituciones de 1723 (que nunca han sido derogadas), según el cual, sólo se puede admitir en las logias a “hombres buenos y sinceros, nacidos libres” (recuérdese que en aquella época todavía existían los esclavos), pero no “mujeres, ni hombres inmorales”.

Esta fue una de las innovaciones de ANDERSON (y, en este caso, una innovación desgraciada). Porque está probado que en la Masonería operativa se admitió la iniciación de las mujeres. (Cf. PALOU, op. in bibl. p. 239 ss.). En la actualidad hay autores que siguen apoyando la exclusión (GUÉNON, WIRTH etc.) mientras que otros la rechazan (como PALOU y NAUDON).

Esta discriminación viene subsistiendo por el inmovilismo de la Gran Logia Unida de Inglaterra, pero también porque hay masones que sienten que su recogimiento se vería perturbado por la presencia del “ser femenino” (tan caro a GOETHE). Pero ahora que se celebran Asambleas mundiales de Grandes Logias (y aunque ellas no tienen un poder vinculante) es de esperar que, en un próximo futuro, se revise esta situación. Sobre todo porque el feminismo va a ser la gran “idea-­fuerza” del siglo XXI.

Pero ya desde el siglo XIX las mujeres han llegado a formar logias, bien subordinadas a las masculinas, como en las llamadas “logias de adopción”, o en ciertos Cuerpos independientes (como el de la Eastern Star en los Estados Unidos), pero nunca en paridad con los hombres, puesto que se les niega el “derecho de visita”.

En 1901 comenzó a actuar, en Francia, una llamada “Orden” Masónica Internacional, de logias de género mixto, con el nombre de Droit Humain, el “Derecho Humano”. Esta Obediencia, de dirección única en todo el mundo, ha extendido sus “jurisdicciones” y “federaciones” a un buen número de países. Pero sus características no permiten que la Masonería regular la reconozca.

Por otra parte se han formado, incluso, unas Grandes Logias femeninas, como la Gran Logia Femenina de Francia, que es paralela a la Gran Logia de Francia. Lo cual no supone una paridad, porque tampoco se tiene un “derecho de visita” mutuo.

Una estructura mixta sería la de una Gran Logia compuesta por logias masculinas, femeninas y de género mixto (según lo acordaran, libremente, sus propios miembros) en la que hombres y mujeres tendrían la misma capacidad para acceder a los altos cargos. Esta sería la fórmula más comprensiva, siempre que el derecho de visita se modalizara adecuadamente. El sistema se sigue por alguna Obediencia extranjera, y en España, también, por la Gran Logia Simbólica Española, que es minoritaria.

La Masonería cree en una ética autónoma (la “libertad de conciencia” que se reconoció en la reforma de Londres de 1738) pero dentro de una ética heterónoma, simbolizada por el “Libro de la Ley”, que en Occidente es la Biblia. Este Libro ha de estar abierto, sobre el altar, en todos los actos rituálicos.

Se entiende que, en las logias de otras culturas, ese Libro ha de ser el que simbolice su propia Ley, como el Corán (en los países musulmanes), o el Bhagavad Gita (en la India), o el Tripitaka (en el budismo) etc. Esta equivalencia se funda en la convicción de que la Ley moral es común a toda la Humanidad. En el caso de los que no fueran fideístas, se trataría de una ética agnóstica, pero que tuviera una dimensión transcendente.

Esta concepción concuerda con la ética del estoicismo, con su Logos o razón común, su cosmopolitismo (POSIDONIO), y su dominio sobre las pasiones (ataraxia), pero aquí se trataría de un estoicismo activo, no resignado ante el mal, como ocurría en la Stoa.

La ética de la Orden no es, en definitiva, más que la moral común, pero marcada por el toque iniciático. En ella los distintos valores se disponen de un modo peculiar. Esto es lo que constituye el “espíritu” masónico.

La ética, en su eje horizontal, es la moral social, la moral de la convivencia. Es cierto que para ser un hombre de bien no se necesita ser masón. Pero ello sí sería necesario “para afinar” esa buena voluntad, lo que le haría vislumbrar otros horizontes.

Hay un “modo de ser” y “de vivir” como masón que, cuando se practica como es debido, tiende a constituir un dechado (aunque ello no se puede conseguir por completo). Sus notas se pueden ver en las Constituciones de 1723, sobre todo en su Deber VI. Como también en los “limites de fondo” a los que me referí anteriormente.

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Veamos ahora lo de “Humanismo y Masonería”. Tanto en lo ontológico como en lo social, la Masonería es humanista y es progresista.

Es “humanista” porque cree que el valor más alto que existe, dentro de la inmanencia, es el valor del hombre. (Cf. la obra de NAUDON sobre este tema, cit. en la bibl. sobre todo p. 91 ss.).

Ella es también “progresista”, porque sigue la intuición del parsismo (de ZOROASTRO) de que la Luz triunfará sobre las Tinieblas. Por eso ha estado presente, a partir del siglo XVIII, en todas las grandes causas de la Humanidad: en el liberalismo, la supresión de los privilegios feudales, el humanismo penal y penitenciario, la descolonización, la liberación de los esclavos, el laicismo, el nacionalismo “consociante” (como los de Italia y Alemania), el esperantismo, la protección de los animales y plantas (y, por tanto, la ecología), la marcha hacia el Estado mundial (en sus dos etapas de “Sociedad de Naciones” y de “las Naciones Unidas”), la Unión Europea, e incluso también en el socialismo y el feminismo.



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El humanismo masónico se funda en el límite, que ya se expuso, de la Unión en Libertad. Ambas ideas figuran en las divisas de la Orden de: “Salud, Fuerza y Unión” y de “Libertad, Igualdad y Fraternidad”.

La Ecología es la unión con la Naturaleza. La Cultura es la unión con la historia. El Amor es un sentimiento que liga, que compenetra. La separatividad sólo sería lícita cuando hubiera unos motivos que la justificaran.

La Masonería es una institución (del género llamado “Orden”) que es única e insubstituíble. Sólo en ella pueden tener, en común, una vivencia íntima, junto con una meta transcendente, los seres humanos que pertenezcan, a la vez, a diferentes culturas, religiones y naciones. El llamado “ecumenismo” no es más que una serie de encuentros ocasionales, que no pasan de tener un valor de gesto.

Lo que debe prevalecer en lo cívico es la “objetividad”. No se debe juzgar sobre ningún tema (o ninguna persona) hasta que uno se encuentre bien informado, hasta que haya podido escuchar a todas las partes. No sólo hay que respetar a “los otros”, incluso cuando ellos sean “diferentes” a nosotros, sino tratar, ante todo, de comprenderlos. Y hay que buscar la conciliación, entre los extremos que se planteen, aunque siempre en la línea de los valores.

El espíritu masónico es el que lucha por derribar las enormes barreras que dividen aún a los seres de nuestra especie. Y no se olvide que, con la superpoblación, con el derroche que hacemos de la Naturaleza, con la primacía de lo económico, con la desigualdad entre los pueblos, estamos caminando hacia un estallido social universal, no menos peligroso que el riesgo de los asteroides. Del cual estamos ya notando los primeros síntomas premonitorios.



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Terminemos, pues, esta conferencia volviendo desde el eje horizontal hasta el vertical. Y recitemos, para ello, una hermosa plegaria del Oriente, que dice así:



“GUÍAME DE LA OSCURIDAD A LA LUZ

GUÍAME DE LA IRREALIDAD A LA REALIDAD.

GUÍAME DE LA MUERTE A LA INMORTALIDAD”.

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Francisco Espinar Lafuente

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