viernes, 30 de mayo de 2014

La dimensión iniciática del ajedrez

La pretensión de esta reflexión es ofrecer una visión particular sobre el ajedrez y la utilización de su simbología como ascesis para el masón.

No abordaré por tanto su estudio en su faceta de juego de competición, sino en aquella faceta mági­ca y misteriosa que imprimieron los antiguos estudiosos del juego-ciencia, propiciada por la formación sacerdotal de los Brahmanes, árabes, musulma­nes, etc., ya que en su origen fueron sus primeros tratadistas.

1. Génesis y evolu­ción del Ajedrez
Chaturangaes el nombre que se otorgó al ajedrez cuando pre­sumiblemente fue inventado en el nordeste de la India, hacia el siglo VI de la era cristiana. En este primer momento, el juego del ajedrez se utilizó como simbolismo guerrero para enseñar estrategia militar a los Kshatriyas o casta de príncipes y nobles (se atribuye su invención al rey hindú Balhit, perteneciente a la casta de los Brahmanes). Chaturanga significa” cuatro miembros”, en referencia a la composición del ejército hindú, por entonces dividido en cuatro unidades: infantería (peones), caballería (caballos), elefantes (alfiles) y carros (torres). Las pie­zas y el desarrollo del juego eran un reflejo exacto de la manera de conducir la guerra .......


A mediados del siglo VII el juego y sus bases pasaron a Persia, donde adquirió el nombre de “Chatrang”. Las leyendas de que los egipcios (alguna cons­tancia en relieves y pinturas), griegos (tenían un juego similar denominado Petteia) y romanos (en base a alguna reseña exis­tente de lo que parece ser aje­drez, por parte de escritores romanos como Valerio Máximo) ya conocían el ajedrez, no cuentan con ninguna base práctica.

Los árabes efectuaron nume­rosos estudios sobre el juego y desarrollaron su práctica hasta alcanzar una cota de calidad muy superior. Los musulmanes fueron los primeros teóricos del juego, introduciendo principal­mente el sistema de anotación algebraica. A través de ellos el ajedrez se introdujo en Europa hacia los siglos IX y X por distintas rutas de influencia: el comercio que les unía con varios países euro­peos sobre todo en sus tierras ­dominadas, los cruzados que volvían de guerrear de Tierra Santa, etc. En España alcanzaría una gran difusión y relevancia hasta que Alfonso X el Sabio compiló las normas del juego en su “Libro de Acedrex e Dados e Tablas”, dando con ello origen al primer libro europeo sobre el juego.

2. El Ajedrez: Ciencia y Arte
Desde el momento en que el hombre utiliza su imaginación e inteligencia para intentar comprender cuál es su papel en el Cosmos, como se integra en el Universo y en la tierra, que movimientos definen a cada uno, surge el interés por lo desconocido. Se adquiere, poco a poco, una consciencia estudiosa y analítica que propicia la expan­sión del saber y las ideas.

Se ori­ginan sistemas filosóficos, mate­máticos, lingüísticos, donde se analizará el conocimiento; no sólo el acumulado a lo largo de tantos siglos de humanidad, sino también intuyendo y provocan­do el que tiene que venir. Muchos son los caminos que conducen al hombre al conocimiento: El ajedrez es uno más. Así lo entendió” su primer inven­tor” y los posteriores estudiosos que aplicaron la filosofía y la arit­mética a la configuración y reglas del tablero. Buena prueba de ello la tenemos en que el aje­drez permite reflexionar, pre­guntarse y analizar ¿con qué fin?: el encuentro de la solución, la meta, el camino correcto y verdadero.

El ajedrez ha servido en el plano científico, entre otras  cosas, para que estudiosos de diferentes disciplinas científicas encuentren en su concepción y desarrollo analogías para realizar sus investigaciones (por citar a algunos: Ferdinand de Saussure en su aplicación de la Teoría Linguística(2); el físico y astróno­mo Eddington para el estudio teórico del átomo (3); el mate­mático y filósofo Poincaré, el biólogo A. Ducroq, etc). Esto nos demuestra que el ajedrez es más que un juego. En su desarrollo y en sus combinaciones, exis­te el convencimiento de que el conoci­miento es ilimitado. Si mediante la experi­mentación y la inteli­gencia se consigue avanzar, acortar esa sensación de infinitud, estaremos adqui­riendo además un conocimiento más cercano a la comprensión del mundo.

En el desarrollo de esa inteligencia, como así nos lo enseñaron y transmitieron los primeros tratadistas del juego, el estudio del ajedrez es necesario por su complementariedad. “El ajedrez como gimnasia de la inteligencia” como dijera el gran poeta romántico Goethe.

Ha servido para esclarecer casos criminales, como sucedió al maestro de ajedrez británico R. Keene. Este colaboró con Scotland Yard en la resolución de un crimen en el cual, las pistas dejadas por el criminal eran claves aritméticas que semejaban el movimiento de las piezas en un tablero de ajedrez (4).

Otro aspecto donde ha quedado reflejado el desarrollo del hombre paralelamente a la ciencia, lo constituye el arte. En él ha visto reflejadas la propia actividad­ y progresión de su pensa­miento, desde las primeras mani­festaciones artísticas prehistóri­cas (pintura rupestre, escultu­ra…) hasta nuestros días. El hombre, en el devenir de su evo­lución, ha sido el creador de su entorno tanto material como inmaterial y lo ha plasmado siempre en una obra que ha con­tribuido a explicar su paso por las diferentes etapas de su existencia. Todo fenómeno natural (el rayo, el Sol…) o artificial en el que interviene la mano del hombre (pirámide, casa, templo…) ha servido de motivo y espejo para reflejarse a sí mismo.

Ante sus propios ojos, el hombre ha superado a través del arte su propia realidad consciente, convirtiendo en símbolo o mito la propia obra, producto de su inteligencia, en todas las civilizaciones conocidas. Del cuadrado configuraron los hebreos el Tetragrama el nombre impronunciable de Dios. Entre los maestros griegos de la antigüedad clásica, Platón consideró al círculo y al cuadrado como absolutamente bellos en sí mismos. Los pitagóricos convirtieron al Tetrakis en la base de sus ense­ñanzas (5). De este modo, el cuadrado representará simbóli­camente a la tierra, y el círculo al cielo.

El espacio se comprenderá como una sucesión de cuadra­dos yuxtapuestos(6). Las posibilidades infinitas, el espacio, el tiempo, las enseñanzas, el simbolismo.. todo ello queda plasmado en el tablero de ajedrez tanto en su forma como en sus posibilidades geométricas.

3. Simbología del damero: Un acercamiento a su numerolo­gía
“Dios es el supremo gran maes­tro de ajedrez“,

“El Ocho” de Katherine Neville

Toda superficie con recua­dros, losanges o rectángulos alternantes, ya sean blancos y negros o en colores distintos, es una relación simbólica con una dualidad de elementos. Los romanos marcaban con piedra blanca o negra los días fastos y nefastos. Las interpretaciones pueden ser numerosas: el día y la noche, el Sol y la Luna…En los Templos masónicos nuestro suelo o una parte de él es un damero.

Extrapolando esta sucesión dual podemos apreciar de manera entendible que de la suma de los sucesivos días y noches se componen los meses y los años, con éstos, podemos aproximarnos a una medición cronológica más o menos exacta. El dualismo nos ha dado una forma de medir el espacio, una extensión: el tiempo. Y todo tiempo tiene un comienzo y un final: la muerte, lo irremediable, el destino (el sentido de la vida, argumento de la película “El Séptimo Sello”, de Igmar Bergman, 1956, una partida de aje­drez con la muerte, única certidumbre, por intentar saber que hay mas allá).

La significación del damero concierne a las ideas de combi­nación, demostración, azar y posibilidad, tanto como al esfuerzo por dominar lo irracio­nal, sojuzgándolo en una estruc­tura dada. El tablero de ajedrez lo componen 8×8 cuadrados, en total 64. Cualquier forma octa­gonal es siempre un símbolo de la razón y del intelecto. Pero no lo es del espíritu, a causa de que éste es el contenido por excelen­cia, mientras lo racional no pasa de ser un sistema de aprehen­sión de las cosas, un modo de intelección y organización: o sea, un continente.

El losangeado es una modali­dad de damero que representa una reestructuración del dina­mismo, de interpretación de los dos elementos repetidos y con­trapuestos que constituyen la trama dual de todo damero. El losange, a través de los rombos, alude a la comunicación de lo inferior y lo superior (v.gr.: es el utilizado por los arlequines en su traje). El rombo es el resultado de la unión de dos triángulos y se considera como una figura ambigua, relacionándose con el “andrógino” (7).

Observamos cómo la plasma­ción de la relación Universo-­Tierra concebida por los antiguos maestros de ajedrez, confluye y se refleja en el tablero que hoy conocemos.

Partiendo de su forma cua­drada y trazando dos diagonales dentro de él (de esta forma se le otorga fijeza y orden), quedaría dividido en cuatro triángulos a su vez. Retomemos de nuevo el simbolismo: la tierra dividida en cuatro formulaciones, los cuatro elementos (tierra, aire, agua y fuego); las cuatro estaciones, las cuatro edades de la vida y los cuatro puntos cardinales.

En el origen enigmático del simbolismo numérico y astronó­mico aplicado al tablero por los Brahmanes, tenemos el diagra­ma de 8 x 8 cuadrados de clara repercusión sacerdotal (denomi­nado por éstos Ashtapada), las ocho direcciones del espacio. Este simbolismo cíclico del table­ro de ajedrez expresa el desplie­gue del espacio, según el princi­pio cuaternario y octogenario de las direcciones principales (4x4x4=8×8), sintetizando de forma clara los dos grandes ciclos complementarios del sol y la luna: el duodenario del zodía­co y las veintiocho mansiones lunares (8). El número 64, suma de las casillas del tablero, es sub­múltiplo del número cíclico fun­damental 25.920, que mide la precesión de los equinoccios.

Esta concepción y estudio aplicado sobre el tablero de ajedrez hacía servir a éste como calendario numérico, donde se iba a condensar el universo y sus fenómenos físico-temporales. Así lo confirman testimonios como el del historiador árabe Al ­Masudi que vivió en el siglo IX en Bagdad, cuando manifestaba que los hindúes explican por cál­culos basados en el tablero, la marcha del tiempo y los ciclos, las influencias superiores que se ejercen sobre este mundo (sím­bolo del Espiritu Universal, sínte­sis inmutable del Cosmos) y los lazos que le vinculan al alma humana (símbolo de la Existencia, soporte pasivo de las manifestaciones divinas).

Volvamos al aspecto dual. Con similar contenido nos relata P.D. Ouspenski en su libro “Un Nuevo Modelo del Universo” que “…en realidad, las tablas de aje­drez primitivas llevaban núme­ros, y los filósofos las utilizaban para resolver problemas de lógi­ca”. Una proporción aritmética exacta se corresponde con la consonancia musical en la medida en que ambas describen un hecho físico. La relación entre los números y el sonido nos permite descubrir que la creación de músicas de distintas épocas y estilos se parece a la creación matemática en la estructura, la proporción, la belleza formal, en las expectativas.. De números pensaban los antiguos filósofos que estaba hecho el universo. Tal vez esto es lo que quiso decir Pitágoras cuando hablaba de “la música de las esferas”.

De la misma manera en que las notas de la escala musical se repiten octava tras octava, las cosas de la natu­raleza poseen un patrón seme­jante. La idea principal es que cualquier fenómeno de naturale­za periódicamente recurrente puede medirse, Recordemos que Kepler utilizó esta teoría para descubrir las leyes del movi­miento planetario (mediante el análisis de cualquier onda: sea de sonido, calor o luz, incluso las mareas); Newton la utilizó a su vez para explicar la ley de gravi­tación universal y la precesión de los equinoccios; Euler la usó para probar que la luz era una forma ondulada cuyo color depende de la longitud; Fourier encontró el método por el cual todas las formas onduladas, incluidas las de los átomos, podían medirse…

Las ondas del universo operan como las ondas del átomo más diminuto y puede demostrarse que interactúan.    Maxwell y Planck revelaron que la propia energía podía describirse en tér­minos de estas formas ondula­das; Einstein mostró que lo que había sugerido Fourier como herramienta analítica, era así en realidad: que la materia y la energía eran formas onduladas que podían transformarse las unas en las otras. Pitágoras tenía algo de razón. El Universo está hecho de números que recurren con precisión matemática y pueden medirse, pueden comprenderse. Y lo que puede comprenderse puede alterarse. Pitágoras estudió en Egipto con el mayor de los alqui­mistas, Hermes Trimegisto que recordemos, dijo: “Lo que hay arriba es como lo que hay abajo”.

4. Una teoría que nos acerca a la mística
El juego del ajedrez se desa­rrolla en silencio. Silencio y secreto, semejante a aquella dis­ciplina iniciática que desde la antigüedad se viene manifestan­do en Escuelas de Misterios y ritos de diversa índole, en nuestra Masoneria. Silencio y secreto a través de los cuales el conocimiento era y es transmiti­do a los neófitos.

Por medio de los escaques y su alternancia entre los colores blanco y negro, vemos la inte­gración en una misma superficie de dos aspectos complementa­rios aunque opuestos, que adquieren una importante rele­vancia simbólica con el juego de esta representación dual: blanco y negro, Divino y Humano; Sol y Luna cuya rotación determina el día y la noche. Contemplando los ciclos exteriores necesaria­mente deviene la siguiente cues­tión: su interconexión con los ciclos interiores. Sobre el tablero nos encontramos con piezas blancas y negras, el ejército del bien y el mal. Cada uno com­bate en nombre de un principio aunque ¿Quién es el poseedor legítimo del principio del Bien?). Si se traspone el significado de las diferentes piezas, nos encontramos con que el Rey representa el corazón y que las demás figuras serán otras tantas facultades del espíritu.

Sus movimientos por el tablero res­ponden a las diferentes faculta­des del espíritu, como a las dife­rentes maneras de realizar las posibilidades cósmicas (9). A la libertad de cada uno de ellos se debe la libertad de elección de las variantes presentes en cada movimiento; éste abrirá todo un amplio panorama de consecuen­cias irremisibles donde la igno­rancia decae ante la inteligencia. El final del juego no responde a un fruto del azar, sino al resulta­do de leyes rigurosas.

Con la comprensión y desa­rrollo de las consideraciones hasta ahora analizadas, correcta­mente desplegadas sobre el tablero, necesariamente debe conducir a su estudioso o interprete al encuentro del verdadero yo interior (primera toma de consciencia con el camino de la evolución espiritual). De esta manera, formado en su yo interior, fundado en el inconsciente abismo del conocimiento, tan vacío y a la vez tan denso, hemos entrado en una sensación intem­poral. Nos encontramos con otro de los importantes mensajes que se desprenden del estudio del ajedrez.

Nos hemos aproximado a una interrelación entre Universo (sig­nificación cósmica) – Tierra (signi­ficación del tablero) – Hombre (significación personal). Una interrelación entre lo temporal e intemporal, lo divino y lo huma­no.

5. Epílogo
“El tablero es el mundo; las pie­zas son los fenómenos del univer­so; las reglas del juego constitu­yen lo que conocemos como leyes de la naturaleza“.Thomas Huxley

La sabiduría es el conocimien­to de las posibilidades. Todas las posibilidades están contenidas de manera sintética en el Espíritu Universal y Cósmico. En nuestro estudio, éste se encuentra sim­bolizado y representado por la cualidad geométrica del tablero de ajedrez, “sello” de la unidad esencial de las posibilidades cós­micas. La verdadera sabiduría es la identificación más o menos perfecta con el Espíritu, Espíritu y Verdad.  Por y para esa Verdad existe la prácti­ca del ajedrez.

No es éste únicamente un pasatiempo o un medio de sublimación guerrera, sino todo un soporte especulativo: una vía que conduce de la acción a la contemplación.

Trazado gentileza del V.·. H.·. Sarastro, (simb.)
http://www.diariomasonico.com

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